Mi época favorita de todo el año es definitivamente Semana Santa, es que no hay ninguna como la nuestra. Aquí los colores, las comidas, el clima y la gente, todo es singular. Es por mucho una de las mejores temporadas de todo el año que tiene Guatemala, no hay como salir y disfrutar de todo lo que nos ofrece este período de reflexión y paz.
En la Semana Santa guatemalteca existen dos costumbres muy marcadas, que son: salir de viaje para descansar y alejarse del ajetreo diario y la tradición cuaresmal. Está última, se inclina a la fe católica de los guatemaltecos, es decir, vivir, sentir y disfrutar las procesiones.
Y es que las procesiones nos ofrecen esa cercanía a Dios, ese fervor y tradición hacia la iglesia. Pero ¿y qué es una procesión? Es un desfile religioso organizado de personas que realizan un recorrido, de un lugar a otro, o bien partiendo de un lugar y volviendo a él. Cada una de las procesiones es acompañada de una banda de música sacra que interpretan marchas fúnebres que hace a cada cortejo más solemne. He aquí, el objetivo de mi artículo. Descubrir el maravilloso trabajo de las bandas procesionales que interpretan una música diferente pero que acompaña el sentimiento de cada persona en el viaje de cada procesión.
Historia de las marchas fúnebres en Guatemala
Las marchas fúnebres constituyen el canto más arraigado del alma nacional del guatemalteco. Es su música más amada y con la que se identifica desde las profundidades más recónditas de su espíritu.
Como creación puramente guatemalteca, estas marchas fúnebres procesionales vienen acompañando los cortejos sacros, desde los principios de la cristianización del suelo guatemalteco. Aunque no puede precisarse aún los tiempos exactos de su surgimiento, podría decirse hipotéticamente, que nacen hacia finales del siglo XVI. Transitan todas las calendas de los siglos XVII, XVIII y XIX, haciéndose cada vez más originales con el paso del tiempo hasta encontrarse totalmente perfiladas a los principios del siglo XX.
El papel de los compositores italianos de finales del renacimiento Andrea y Giovanni Gabrieli así como de Claudio Monteverdi, es decisivo en la conformación del sentido de las marchas guatemaltecas. Su paso a España no se ha dilucidado del todo, pero la influencia que el compositor Luca Marenzio tuvo en esta escuela es muy sólido. Marenzio permaneció largos años en la corte de Carlos V y Felipe II en los primeros tiempos del descubrimiento del Nuevo Mundo e introdujo en la península ibérica el gusto, la teoría y la práctica de lo policoral veneciano, en particular la música procesional sacra al interior de los templos y, en ocasiones que lo ameritaron, en los cortejos procesionales profanos en las calles de los burgos con el fasto requerido. No debe pasarse por alto que la corte española de Los Reyes Católicos y Carlos V constituyeron verdaderos centros musicales, tanto para la música profana instrumental y vocal como para la sacra. Julio Caro Baroja menciona que Jesús del Gran Poder de Toledo salió en el año de 1517 por primera vez en rogativa durante la Semana Santa de ese año acompañado por "fanfarreas fúnebres", constituidas por instrumentos de metal y tambores como música procesional "a la usanza de la Catedral de San Marcos y de los maestros Gabrieli y Monteverdi", señala el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja.
Por tanto, su traslado al Nuevo Mundo no se hizo esperar por la necesidad de la evangelización de las Indias Occidentales. Si bien aparecen en toda América Hispana, el sentido que priva es el de la marcha procesional veneciana. En Guatemala, este germen fue tomado por los músicos criollos e indios de las iglesias interioranas y de la capilla musical de la catedral y se va transformando con el correr de los años; ya no es una "fanfarrea fúnebre" sino es una pieza musical más elaborada y con un sentido y desarrollo más amplio y profundo. A diferencia de las venecianas, las tempranas marchas fúnebres guatemaltecas tuvieron desde su inicio ese sentido procesional, intensamente místico.
Al decir de Enrique Anleu Díaz, quien descubrió la primera marcha en los archivos de la Catedral Metropolitana, interpretada para acompañar la procesión intramuros del Cristo de los Reyes de la Catedral de Santiago de Guatemala en 1594, contiene ya, musicológicamente, las esencias de la marcha fúnebre guatemalteca: Un tema expuesto en tonalidad menor, que luego se traslada a una tonalidad mayor, en donde (opinión del autor del articulo Luis Roberto Alegria Castrillo), los ritmos del son mestizo e indio en cadencia lenta, se perciben a todas luces; enseguida el tema vuelve a tonalidad menor y la marcha se resuelve con gran piedad y solemnidad. Este esquema estructural se mantiene desde entonces hasta las marchas contemporáneas. Hay que subrayar, sin embargo, que no se poseen los suficientes documentos musicales de los siglos XVIII a finales del XIX para realizar un análisis musicológico certero; pero el examen de la encontrada en el siglo XVI y el análisis comparado de las contemporáneas parecieran que permite llegar a esta conclusión preliminar.
"El Tercer Movimiento de la Sonata en Si bemol Mayor, de Chopin, es la creación musical que más ha impactado la Semana Santa", dice Urquizú. Por otra parte, también la sinfonía Fúnebre y Triunfal, de Héctor Berlioz, y la Heróica, de Beethoven, dejaron una fuerte impronta en los compositores locales de entonces.
Sin embargo, llama la atención que en esta época abundan las marchas fúnebres que tienen por nombre sólo un número, lo que demuestra que conformaban una serie dedicada al tema.
Por otra parte, si se toma en cuenta que desde los inicios de la cristianización en Guatemala, la Semana Santa se convirtió en el eje central de la vida sacra y cotidiana de los pueblos mestizos e indios, al punto de convertirse en parte consustancial de su identidad como pueblo; las procesiones, que eran un medio de evangelizar, se transformaron en un "drama sacro en movimiento", por lo que era indispensable que tuviesen música para conmover aún más al alma creyente. Y como las procesiones extramuros aparecen muy tempranamente en nuestro suelo, la producción de marchas fúnebres se afinó y se enriqueció con el aporte a veces anónimo, de músicos que sin mayor educación musical pero profundamente imbuidos en este sentimiento sacro cuaresmal, vertieron todo su talento para crear un género de marcha procesional que, en nuestra opinión, está completamente consolidado, tal y como hoy lo conocemos, desde la segunda mitad del siglo XVII y con variantes no significativas, se vuelve nacional a finales del siglo XIX.
En Guatemala, se da el impacto total a partir del siglo XIX, donde se desarrolla enormemente con una identidad propia y original sin igual alguno. La música es variada y toca el corazón de cada uno de los fieles cargadores de las procesiones de los Nazarenos y vírgenes Dolorosas, que logra unir el espíritu, el alma y la mente hacia un solo propósito, la Fe.
En Guatemala, se da el impacto total a partir del siglo XIX, donde se desarrolla enormemente con una identidad propia y original sin igual alguno. La música es variada y toca el corazón de cada uno de los fieles cargadores de las procesiones de los Nazarenos y vírgenes Dolorosas, que logra unir el espíritu, el alma y la mente hacia un solo propósito, la Fe.
Como creación puramente guatemalteca, estas marchas fúnebres procesionales vienen acompañando los cortejos sacros, desde los principios de la cristianización del suelo guatemalteco. Aunque no puede precisarse aún los tiempos exactos de su surgimiento, podría decirse hipotéticamente, que nacen hacia finales del siglo XVI. Transitan todas las calendas de los siglos XVII, XVIII y XIX, haciéndose cada vez más originales con el paso del tiempo hasta encontrarse totalmente perfiladas a los principios del siglo XX.
El papel de los compositores italianos de finales del renacimiento Andrea y Giovanni Gabrieli así como de Claudio Monteverdi, es decisivo en la conformación del sentido de las marchas guatemaltecas. Su paso a España no se ha dilucidado del todo, pero la influencia que el compositor Luca Marenzio tuvo en esta escuela es muy sólido. Marenzio permaneció largos años en la corte de Carlos V y Felipe II en los primeros tiempos del descubrimiento del Nuevo Mundo e introdujo en la península ibérica el gusto, la teoría y la práctica de lo policoral veneciano, en particular la música procesional sacra al interior de los templos y, en ocasiones que lo ameritaron, en los cortejos procesionales profanos en las calles de los burgos con el fasto requerido. No debe pasarse por alto que la corte española de Los Reyes Católicos y Carlos V constituyeron verdaderos centros musicales, tanto para la música profana instrumental y vocal como para la sacra. Julio Caro Baroja menciona que Jesús del Gran Poder de Toledo salió en el año de 1517 por primera vez en rogativa durante la Semana Santa de ese año acompañado por "fanfarreas fúnebres", constituidas por instrumentos de metal y tambores como música procesional "a la usanza de la Catedral de San Marcos y de los maestros Gabrieli y Monteverdi", señala el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja.
Por tanto, su traslado al Nuevo Mundo no se hizo esperar por la necesidad de la evangelización de las Indias Occidentales. Si bien aparecen en toda América Hispana, el sentido que priva es el de la marcha procesional veneciana. En Guatemala, este germen fue tomado por los músicos criollos e indios de las iglesias interioranas y de la capilla musical de la catedral y se va transformando con el correr de los años; ya no es una "fanfarrea fúnebre" sino es una pieza musical más elaborada y con un sentido y desarrollo más amplio y profundo. A diferencia de las venecianas, las tempranas marchas fúnebres guatemaltecas tuvieron desde su inicio ese sentido procesional, intensamente místico.
Al decir de Enrique Anleu Díaz, quien descubrió la primera marcha en los archivos de la Catedral Metropolitana, interpretada para acompañar la procesión intramuros del Cristo de los Reyes de la Catedral de Santiago de Guatemala en 1594, contiene ya, musicológicamente, las esencias de la marcha fúnebre guatemalteca: Un tema expuesto en tonalidad menor, que luego se traslada a una tonalidad mayor, en donde (opinión del autor del articulo Luis Roberto Alegria Castrillo), los ritmos del son mestizo e indio en cadencia lenta, se perciben a todas luces; enseguida el tema vuelve a tonalidad menor y la marcha se resuelve con gran piedad y solemnidad. Este esquema estructural se mantiene desde entonces hasta las marchas contemporáneas. Hay que subrayar, sin embargo, que no se poseen los suficientes documentos musicales de los siglos XVIII a finales del XIX para realizar un análisis musicológico certero; pero el examen de la encontrada en el siglo XVI y el análisis comparado de las contemporáneas parecieran que permite llegar a esta conclusión preliminar.
"El Tercer Movimiento de la Sonata en Si bemol Mayor, de Chopin, es la creación musical que más ha impactado la Semana Santa", dice Urquizú. Por otra parte, también la sinfonía Fúnebre y Triunfal, de Héctor Berlioz, y la Heróica, de Beethoven, dejaron una fuerte impronta en los compositores locales de entonces.
Sin embargo, llama la atención que en esta época abundan las marchas fúnebres que tienen por nombre sólo un número, lo que demuestra que conformaban una serie dedicada al tema.
Por otra parte, si se toma en cuenta que desde los inicios de la cristianización en Guatemala, la Semana Santa se convirtió en el eje central de la vida sacra y cotidiana de los pueblos mestizos e indios, al punto de convertirse en parte consustancial de su identidad como pueblo; las procesiones, que eran un medio de evangelizar, se transformaron en un "drama sacro en movimiento", por lo que era indispensable que tuviesen música para conmover aún más al alma creyente. Y como las procesiones extramuros aparecen muy tempranamente en nuestro suelo, la producción de marchas fúnebres se afinó y se enriqueció con el aporte a veces anónimo, de músicos que sin mayor educación musical pero profundamente imbuidos en este sentimiento sacro cuaresmal, vertieron todo su talento para crear un género de marcha procesional que, en nuestra opinión, está completamente consolidado, tal y como hoy lo conocemos, desde la segunda mitad del siglo XVII y con variantes no significativas, se vuelve nacional a finales del siglo XIX.
En Guatemala, se da el impacto total a partir del siglo XIX, donde se desarrolla enormemente con una identidad propia y original sin igual alguno. La música es variada y toca el corazón de cada uno de los fieles cargadores de las procesiones de los Nazarenos y vírgenes Dolorosas, que logra unir el espíritu, el alma y la mente hacia un solo propósito, la Fe.
En Guatemala, se da el impacto total a partir del siglo XIX, donde se desarrolla enormemente con una identidad propia y original sin igual alguno. La música es variada y toca el corazón de cada uno de los fieles cargadores de las procesiones de los Nazarenos y vírgenes Dolorosas, que logra unir el espíritu, el alma y la mente hacia un solo propósito, la Fe.
Banda funebre de la iglesia San José |
Las marchas fúnebres guatemaltecas tienen una marcada influencia de la escuela musical veneciana del siglo XVI, con el aporte del concepto de lo policoral y de las espectaculares marchas procesionales extramuros tanto sacras como profanas.
Según historiador Fernando Urquizú, en su más reciente libro, Nuevas notas para el estudio de las marchas fúnebres en Guatemala (Caudal, 2003), en los tiempos coloniales se distinguen tres períodos de su desarrollo.
El primero abarca los años de la Colonia, hasta 1871, que es cuando da inicio la denominada época liberal. Durante este primer período las marchas procesionales reflejan un sentimiento inspirado por una iglesia católica que entonces era omnipresente, pues se encargaba prácticamente de la educación escolar y supervisaba, al menos en términos morales, casi todas las actividades sociales.
Banda Funebre del Templo de Candelaria |
El segundo período inicia con la Reforma Liberal, de 1871, y llega hasta 1944. A esta época le debemos La Fosa, una marcha que aún forma parte del repertorio de muchos cortejos procesionales, del maestro Santiago Coronado.
Otros creadores cuyas composiciones evocan aquella época, son Rafael Álvarez, Manuel Martínez Sobral, Marcial Prem, Víctor González, Fernando Escobar y Nicolás González.
La época moderna A partir de 1944, Urquizú considera que se inicia la era actual de las marchas fúnebres procesionales. Con el siglo XX también llegó la tecnología a las marchas fúnebres, pues empezaron las transmisiones por radio, las cuales popularizaron aún más este género musical.
A mediados del siglo XX, en 1955, se aparecieron los primeros Long Play dedicados al género. Entre las primeras grabaciones en alcanzar al público, están Semana Santa en Guatemala, de la disquera Tikal, con 11 composiciones interpretadas por la Banda de Solistas dirigida por el maestro Ramón Bonilla.
En 1959 apareció el Disco de Oro, con la misma banda, pero bajo la batuta de Víctor M. Lara. Más adelante continuaron presentándose más discos, muchos de los cuales hoy son coleccionables debido a que se editaron en forma limitada.
Actualmente, nuevos y jóvenes compositores continúan aportando al enorme acervo cultural que representa esta corriente musical, propia de Guatemala y que identifica de manera única nuestra devoción por la Semana Mayor.
A continuación les dejo un Vídeo de la marcha procesional compuesta por María Julia Quiñónez, Mater Dolorosa , dedicada a Jesús Nazareno de los Milagros que es mi favorita de todas las marchas que existen. A parte es la marcha oficial de la iglesia de San José de Guatemala.
A mediados del siglo XX, en 1955, se aparecieron los primeros Long Play dedicados al género. Entre las primeras grabaciones en alcanzar al público, están Semana Santa en Guatemala, de la disquera Tikal, con 11 composiciones interpretadas por la Banda de Solistas dirigida por el maestro Ramón Bonilla.
En 1959 apareció el Disco de Oro, con la misma banda, pero bajo la batuta de Víctor M. Lara. Más adelante continuaron presentándose más discos, muchos de los cuales hoy son coleccionables debido a que se editaron en forma limitada.
La composición de marchas fúnebres no cesó, al contrario, se enriqueció con el aporte de nuevos compositores, como Fray Miguel A. Murcia (Sudor de Sangre), Julio González Celis (Cascada de Llanto), Julia Quiñónez (Mater Dolorosa) o Arturo Barreda con Luz Divina.
Actualmente, nuevos y jóvenes compositores continúan aportando al enorme acervo cultural que representa esta corriente musical, propia de Guatemala y que identifica de manera única nuestra devoción por la Semana Mayor.
A continuación les dejo un Vídeo de la marcha procesional compuesta por María Julia Quiñónez, Mater Dolorosa , dedicada a Jesús Nazareno de los Milagros que es mi favorita de todas las marchas que existen. A parte es la marcha oficial de la iglesia de San José de Guatemala.
Es por ello, que las marchas fúnebres guatemaltecas poseen un arraigo intenso entre todo el pueblo; es una expresión musical que reconocen muchos músicos y con la cual se identifican varios de ellos. Es nuestra música nacional de la mano del son cadencioso tanto indígena como mestizo.
Fuentes:
Estimados Amigos guatemaltecos.
ResponderEliminarLes saludo cordialmente y les comparto un canal para que puedan escuchar algunas marchas fúnebres de mi país Nicaragua.
Un cordial saludos y estamos a la orden.
http://www.youtube.com/playlist?list=PLV-aRwTnw7jBgaNvIlpXChDkzGANKgPBM
Eliminaralguien sabe donde puedo encontrar la partitura para banda de MATER DOLOROSA de Maria Julia Quiñones, se lo agradeceria Infinitamente.
ResponderEliminarGcs por la pagina
EliminarAgregame en el facebook .. Hector Macz Toc
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